La idea
Creo que la primera vez que escuché hablar de la cara sur del Lanín fue un enero de 2008 a Roberto Aliverti. El tiempo pasa, las experiencias se van acumulando, y dos años después con Matías nos planteamos realizar alguna escalada en hielo.
La vía a elegir no podía ser muy compleja debido a nuestra experiencia. Dos o tres largos y con inclinaciones de no más de 70º, ese era nuestro tope. En julio anterior se nos había truncado una salida al Rincón y su vía del Reloj de Arena. Y viendo a donde podíamos ir en pleno enero refloto la idea de “La Sur del Lanín”. Más de uno nos dijo que estábamos locos por querer mandarnos a una cara sur con nuestra escasa experiencia. Seguimos investigando, hasta que Mati dio con Julián Insarralde (guía e instructor que dicta cursos de escalada en Mendoza), quien nos dio una precisa descripción de la vía: dos o tres largos en hielo, con algún resalte a 90º y después todo travesía glaciar hasta la cumbre. Justo lo que estábamos buscando.
Hacía poco que había terminado el libro de Mark Twight “Escalada Alpina Extrema”, y después de leerlo quería ver que era eso de ir livianos y rápidos. Con lo cual ésta fue la forma en la cual decidimos encarar esta ascensión.
Creí que era verano
El 12 de enero llegamos a “La casita de Marita y Aldo”, el hostal que iba a ser nuestro refugio en Junín de los Andes. Al llegar recibimos la mala noticia de que esta temporada el clima venía siendo particularmente malo. Junín nos recibía con una máxima de 10ºc al mediodía y con una molesta llovizna. Pero teníamos un As en la manga: consultando en Internet la página de NOAA norteamericano, sabíamos que a partir de la tarde siguiente comenzaría una ventana que duraría dos días.
La aproximación
Al día siguiente salimos para Puerto Canoas con lo mínimo, solo llevando mochilas de ataque con cuerda, arnés, seis tornillos de hielo, una bolsa de dormir liviana para cada uno, un solo paquete de comida liofilizada, geles energéticos, y un hornillo con una sola bombona de gas, y radio VHF. Llegamos a Canoas y comenzamos la revisión de equipo en la seccional de Guardaparques. Se sorprendieron de nuestras minimalistas mochilas, pero el equipo reglamentario estaba completo.
Partimos de la seccional de Guardaparques hacia la base del volcán, y luego de dos horas de marcha por una senda bien señalizada llegamos a la base de la sur del Lanín, debajo de un cielo muy gris y con nubes bajas. El clima seguía frio e inestable, pero seguíamos esperando nuestra ventana de buen tiempo.
Plantamos nuestro vivac uno 200 m más abajo de lo que lo hacen el resto de las cordadas, porque ahí teníamos un arroyo que nos proveía de agua y nos ahorraría la tarea y el combustible para derretir nieve, de la única bombona de gas que llevábamos.
Hacia la tarde el cielo comenzó a abrirse y la tan ansiada ventana de buen tiempo se hacía presente. El final de tarde nos encontró en nuestro cómodo vivac cenando el único paquete de liofilizado que teníamos, de ahí en más serían sólo geles y barritas energéticas. El cielo ya se encontraba totalmente limpio y el barómetro en aumento.
Comienza el juego
Comenzamos el ascenso hacia las 04.00 de la mañana, llegando al comienzo de las dificultades hacia las 09.00 A.M. (calculamos mal el tiempo de aproximación y nos equivocamos al tomar por un filo que nos demoró dos horas más).
El calor y el sol ya estaban causando estragos en los dos seracs que teníamos a cada lado de la lengua de hielo que desciende del glaciar superior, y que marca el comienzo de las dificultades. Esa lengua se encuentra a la derecha de unos gigantescos torreones de roca que son visibles desde muy lejos (a este lugar se lo conoce como “Colada Mazoldi”).
Si bien la ruta se encuentra protegida de la caída de hielo de los dos seracs del el glaciar superior, verlos y oírlos caer... resultan muuuyyy intimidatorios.
Toda esta primera parte fuimos encordados, sabiendo que estábamos transitando un glaciar viejo y muy agrietado, y que por las ultimas nevadas dichas grietas se encontraban tapadas y con puentes de hielo.
Comenzó la escalada, y tal como nos había dicho Julián, fueron tres largos con una inclinación promedio de 60-70 grados. Los primeros dos a tope de cuerda, y el restante de 20 m. La vía contó con dos resaltes de 2 m a 85 y 90 grados al comienzo del segundo y tercer largo respectivamente, todo en un hielo glaciar que ya filtraba bastante agua, pero de todas formas pudimos colocar buenos seguros. Llegamos al glaciar superior cerca del mediodía con una temperatura bastante alta, por lo que ya caminábamos por una nieve sopa muy pesada, que luego terminaría agotando nuestras fuerzas y disminuyendo nuestro ritmo de marcha. En el glaciar superior nos encontramos nuevamente con una pendiente sostenida a 50 / 60 grados; así llegamos a la mitad de la pared y a nuestro segundo vivac. Con estas pendientes la mejor opción que encontramos para nuestro segundo vivac fue una rimaya a aproximadamente 3000 msnm. Hidratamos, acomodamos nuestro material y nos comimos la única barrita de cereal que teníamos, y un gel energético cada uno, y así nos dispusimos a pasar nuestra segunda noche, esta vez en la pared, pero previamente establecimos contactos con Guardaparqes.
Cumbre
En nuestra segunda jornada en la pared volvemos a encontrarnos con un cielo despejado. Habíamos puesto el despertador a las 04.00 y nos despertamos a las 06.00 ! Desayunamos un gel cada uno con algo de agua que habíamos logrado derretir, y salimos para arriba. Llevábamos un ritmo muy bueno, y hacia las 8.00 hs les comunicamos nuestra situación a la gente de Guardaparques, y seguimos. Ya podíamos ver siluetas en la cumbre. Seguimos avanzando por pendientes menos inclinadas, y después de dos horas más de marcha… Cumbre!!
Era increíble la visión que a 360º nos ofrecía vistas del Tronador, el Puntiagudo, el Villarrica, a lo lejos el Domuyo y muchos más, y sobre el oeste, el océano Pacifico. No podía creerlo: tantas veces había escuchado acerca de las vistas desde la cumbre del Lanín y ahora las veíamos con nuestros propios ojos. No había nadie , era una cumbre para nosotros solos, casi sin viento, con una temperatura agradable, la cumbre soñada. Nos quedamos ahí una hora, hasta que vimos subir a un grupo de tres andinistas que venían subiendo por la normal. Muy amablemente nos convidaron con agua y unos sándwiches, ya que a nosotros no nos quedaba ni una miga de barrita de cereal, ni agua ni nada.
Repuestas nuestras fuerzas comenzamos el descenso. Llegamos al refugio C.A.J.A. con mucho calor. Ahí nos sacamos algo de ropa y cambiamos nuestras botas dobles por las zapas de trekking. Continuamos el descenso y pasamos por el refugio RIM26, donde los guardas militares del refugio nos convidaron unos mates. En el descenso nos cruzamos a un par de guías con sus clientes porteando sus pesadas mochilas. La bajada se hizo interminable. El calor y la arena volcánica metiéndose en nuestras zapatillas tornaron el regreso un poco pesado. Vimos al helicóptero del ejército sobrevolando el cerro en círculos, y después nos enteramos que habían dejado a un grupo de rescatistas en la cumbre para socorrer a un grupo de accidentados. Seguimos por la picada por el bosque, hasta la casa del Guardaparque. Ahí nos enteraríamos que éramos la primera cordada que hacia “la sur” de la temporada.
Esperamos al remis y de ahí a lo Marita y Aldo, para esa noche matarnos con una buena mila de ciervo a la napolitana.
Conclusión
Esta ascensión nos dejó varias sensaciones. La primera era que se habían hecho las cosas bien, no sentimos que la vía nos haya quedado grande para nuestras capacidades tanto técnicas como físicas. En todo momento disfrutamos la vía, y por haber sido nuestra primera escalada en hielo en montaña, habíamos aplicado de la mejor manera posible todo lo aprendido. Es una hermosa montaña, con una hermosa aproximación y una muy buena escalda para iniciarse en el hielo si se animan a un poquito más, sin sentir que se pisan los límites; pero no es un paseo. Después de esta experiencia solo nos queda seguir aprendiendo y progresando, espero que puedan disfrutar de esta montaña y su cara sur tanto como nosotros.
Agradecemos a Guardaparques por su profesionalismo. A Naka Outdoors por facilitarnos equipo, y a Gustavo Rey.
La vía a elegir no podía ser muy compleja debido a nuestra experiencia. Dos o tres largos y con inclinaciones de no más de 70º, ese era nuestro tope. En julio anterior se nos había truncado una salida al Rincón y su vía del Reloj de Arena. Y viendo a donde podíamos ir en pleno enero refloto la idea de “La Sur del Lanín”. Más de uno nos dijo que estábamos locos por querer mandarnos a una cara sur con nuestra escasa experiencia. Seguimos investigando, hasta que Mati dio con Julián Insarralde (guía e instructor que dicta cursos de escalada en Mendoza), quien nos dio una precisa descripción de la vía: dos o tres largos en hielo, con algún resalte a 90º y después todo travesía glaciar hasta la cumbre. Justo lo que estábamos buscando.
Hacía poco que había terminado el libro de Mark Twight “Escalada Alpina Extrema”, y después de leerlo quería ver que era eso de ir livianos y rápidos. Con lo cual ésta fue la forma en la cual decidimos encarar esta ascensión.
Creí que era verano
El 12 de enero llegamos a “La casita de Marita y Aldo”, el hostal que iba a ser nuestro refugio en Junín de los Andes. Al llegar recibimos la mala noticia de que esta temporada el clima venía siendo particularmente malo. Junín nos recibía con una máxima de 10ºc al mediodía y con una molesta llovizna. Pero teníamos un As en la manga: consultando en Internet la página de NOAA norteamericano, sabíamos que a partir de la tarde siguiente comenzaría una ventana que duraría dos días.
La aproximación
Al día siguiente salimos para Puerto Canoas con lo mínimo, solo llevando mochilas de ataque con cuerda, arnés, seis tornillos de hielo, una bolsa de dormir liviana para cada uno, un solo paquete de comida liofilizada, geles energéticos, y un hornillo con una sola bombona de gas, y radio VHF. Llegamos a Canoas y comenzamos la revisión de equipo en la seccional de Guardaparques. Se sorprendieron de nuestras minimalistas mochilas, pero el equipo reglamentario estaba completo.
Partimos de la seccional de Guardaparques hacia la base del volcán, y luego de dos horas de marcha por una senda bien señalizada llegamos a la base de la sur del Lanín, debajo de un cielo muy gris y con nubes bajas. El clima seguía frio e inestable, pero seguíamos esperando nuestra ventana de buen tiempo.
Plantamos nuestro vivac uno 200 m más abajo de lo que lo hacen el resto de las cordadas, porque ahí teníamos un arroyo que nos proveía de agua y nos ahorraría la tarea y el combustible para derretir nieve, de la única bombona de gas que llevábamos.
Hacia la tarde el cielo comenzó a abrirse y la tan ansiada ventana de buen tiempo se hacía presente. El final de tarde nos encontró en nuestro cómodo vivac cenando el único paquete de liofilizado que teníamos, de ahí en más serían sólo geles y barritas energéticas. El cielo ya se encontraba totalmente limpio y el barómetro en aumento.
Comienza el juego
Comenzamos el ascenso hacia las 04.00 de la mañana, llegando al comienzo de las dificultades hacia las 09.00 A.M. (calculamos mal el tiempo de aproximación y nos equivocamos al tomar por un filo que nos demoró dos horas más).
El calor y el sol ya estaban causando estragos en los dos seracs que teníamos a cada lado de la lengua de hielo que desciende del glaciar superior, y que marca el comienzo de las dificultades. Esa lengua se encuentra a la derecha de unos gigantescos torreones de roca que son visibles desde muy lejos (a este lugar se lo conoce como “Colada Mazoldi”).
Si bien la ruta se encuentra protegida de la caída de hielo de los dos seracs del el glaciar superior, verlos y oírlos caer... resultan muuuyyy intimidatorios.
Toda esta primera parte fuimos encordados, sabiendo que estábamos transitando un glaciar viejo y muy agrietado, y que por las ultimas nevadas dichas grietas se encontraban tapadas y con puentes de hielo.
Comenzó la escalada, y tal como nos había dicho Julián, fueron tres largos con una inclinación promedio de 60-70 grados. Los primeros dos a tope de cuerda, y el restante de 20 m. La vía contó con dos resaltes de 2 m a 85 y 90 grados al comienzo del segundo y tercer largo respectivamente, todo en un hielo glaciar que ya filtraba bastante agua, pero de todas formas pudimos colocar buenos seguros. Llegamos al glaciar superior cerca del mediodía con una temperatura bastante alta, por lo que ya caminábamos por una nieve sopa muy pesada, que luego terminaría agotando nuestras fuerzas y disminuyendo nuestro ritmo de marcha. En el glaciar superior nos encontramos nuevamente con una pendiente sostenida a 50 / 60 grados; así llegamos a la mitad de la pared y a nuestro segundo vivac. Con estas pendientes la mejor opción que encontramos para nuestro segundo vivac fue una rimaya a aproximadamente 3000 msnm. Hidratamos, acomodamos nuestro material y nos comimos la única barrita de cereal que teníamos, y un gel energético cada uno, y así nos dispusimos a pasar nuestra segunda noche, esta vez en la pared, pero previamente establecimos contactos con Guardaparqes.
Cumbre
En nuestra segunda jornada en la pared volvemos a encontrarnos con un cielo despejado. Habíamos puesto el despertador a las 04.00 y nos despertamos a las 06.00 ! Desayunamos un gel cada uno con algo de agua que habíamos logrado derretir, y salimos para arriba. Llevábamos un ritmo muy bueno, y hacia las 8.00 hs les comunicamos nuestra situación a la gente de Guardaparques, y seguimos. Ya podíamos ver siluetas en la cumbre. Seguimos avanzando por pendientes menos inclinadas, y después de dos horas más de marcha… Cumbre!!
Era increíble la visión que a 360º nos ofrecía vistas del Tronador, el Puntiagudo, el Villarrica, a lo lejos el Domuyo y muchos más, y sobre el oeste, el océano Pacifico. No podía creerlo: tantas veces había escuchado acerca de las vistas desde la cumbre del Lanín y ahora las veíamos con nuestros propios ojos. No había nadie , era una cumbre para nosotros solos, casi sin viento, con una temperatura agradable, la cumbre soñada. Nos quedamos ahí una hora, hasta que vimos subir a un grupo de tres andinistas que venían subiendo por la normal. Muy amablemente nos convidaron con agua y unos sándwiches, ya que a nosotros no nos quedaba ni una miga de barrita de cereal, ni agua ni nada.
Repuestas nuestras fuerzas comenzamos el descenso. Llegamos al refugio C.A.J.A. con mucho calor. Ahí nos sacamos algo de ropa y cambiamos nuestras botas dobles por las zapas de trekking. Continuamos el descenso y pasamos por el refugio RIM26, donde los guardas militares del refugio nos convidaron unos mates. En el descenso nos cruzamos a un par de guías con sus clientes porteando sus pesadas mochilas. La bajada se hizo interminable. El calor y la arena volcánica metiéndose en nuestras zapatillas tornaron el regreso un poco pesado. Vimos al helicóptero del ejército sobrevolando el cerro en círculos, y después nos enteramos que habían dejado a un grupo de rescatistas en la cumbre para socorrer a un grupo de accidentados. Seguimos por la picada por el bosque, hasta la casa del Guardaparque. Ahí nos enteraríamos que éramos la primera cordada que hacia “la sur” de la temporada.
Esperamos al remis y de ahí a lo Marita y Aldo, para esa noche matarnos con una buena mila de ciervo a la napolitana.
Conclusión
Esta ascensión nos dejó varias sensaciones. La primera era que se habían hecho las cosas bien, no sentimos que la vía nos haya quedado grande para nuestras capacidades tanto técnicas como físicas. En todo momento disfrutamos la vía, y por haber sido nuestra primera escalada en hielo en montaña, habíamos aplicado de la mejor manera posible todo lo aprendido. Es una hermosa montaña, con una hermosa aproximación y una muy buena escalda para iniciarse en el hielo si se animan a un poquito más, sin sentir que se pisan los límites; pero no es un paseo. Después de esta experiencia solo nos queda seguir aprendiendo y progresando, espero que puedan disfrutar de esta montaña y su cara sur tanto como nosotros.
Agradecemos a Guardaparques por su profesionalismo. A Naka Outdoors por facilitarnos equipo, y a Gustavo Rey.
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